El topito. Historia de J, parte 1.

Es súper difícil estar aquí, de vuelta, pero a la vez necesario.

El relato que procederé a contar, es de la persona mas especial que tuve la fortuna de conocer y querer.

En entradas pasadas me referí a el como J, persona con la cual tuve la dicha de compartir desde muy pequeño, esta es tu historia, esto es para él.

De viejos, mirando hacia atrás y buscando el preciso momento en que nos hicimos tan buenos amigos, él y yo siempre hemos llegado ambos a la simple conclusión que, la vida nos fue uniendo. Por una parte al ser altos y estar situados siempre en los mismos lugares, hizo que intercambiáramos nuestras primeras palabras, quizás por ese mismo hecho en la sala de clases siempre nos sentamos muy cerca el uno del otro, o pensar en que ,después de clases tomábamos la misma micro, en la misma dirección. Teniendo esos recuerdos, siempre hemos coincidido en que finalmente era así, la vida fue dándonos momentos para terminar construyendo una hermosa amistad.

Eramos bien pequeños cuando visite por primera vez su hogar, probablemente tomamos once u almorzamos junto a su familia. Tenía unos juguetes de tiburones de no recuerdo que dibujos animados, jugábamos con ellos, o mirábamos algo, e incluso estudiábamos. No debe haber sido muy tarde cuando me fue a dejar a casa su mami, la tía, en el auto que tenían.

Quizás nos unimos más porque de niños nos gustaron varias cosas similares, como el hecho de poder imaginar y transportarnos a mundos fantásticos, donde sentíamos esa desconexión con esta realidad y nos conectábamos a una totalmente distinta, donde uno podía hacer y ser cualquier cosa, simplemente imaginando, creando. Recuerdo que en su casa había un computador, de los primeros que salieron,

Quizás nos unimos más porque de niños nos gustaron varias cosas similares, como el hecho de poder imaginar y transportarnos a mundos fantásticos, donde sentíamos esa desconexión con esta realidad y nos conectábamos a una totalmente distinta, donde uno podía hacer y ser cualquier cosa, simplemente imaginando, creando. Recuerdo que en su casa había un computador, de los primeros que salieron, “J” y sus hermanos se turnaban para ocuparlo, y, muchas veces., cuando le tocaba a mi amigo, yo lo acompañaba, para verlo jugar clásicos como Diablo, Starcraft o Warcraft.

y sus hermanos se turnaban para ocuparlo, y, muchas veces., cuando le tocaba a mi amigo, yo lo acompañaba, para verlo jugar clásicos como Diablo, Starcraft o Warcraft.

Las primeras veces que me quede a pasar la noche en su hogar debe haber sido cuando recién teníamos unos 12 años de edad, bien niños aun, comiendo golosinas, viendo películas o jugando en “la compu”, como siempre te gusto llamarla. Solo queriendo compartir, cosa que perduro por muchísimos años.

Fue en esta casa donde nos reuníamos a jugar cartas Magic (Entrada: Freaks), tardes enteras jugando, ¡que pasaba rabias mi “washin” cuando los “cabros” le robaban los cereales Chocapic!. Ya mas viejos, le pude decir que nunca me gustaron esos cereales por esos años, por lo cual yo no se los sacaba, pero si asaltaba la bolsa del pan que me escondía. Era la madre de mi amigo quien siempre le decía “Negro, sírvele once a los niños”, al retirarse, inmediatamente nos miraba para amablemente decirnos: ‘¿Quieren tomar once?, “váyanse a la …”, con un tono de humor, claro está. De solo recordar hace que sonría y suelte una carcajada, gracias por eso.

En su casa fue donde se creo nuestra banda, Los Freaks, ensayamos tantas veces en el taller, recuerdo cuando poníamos música a todo volumen y bailábamos, a nuestro estilo claro está. Debo decir que siendo nuestro vocalista, creo que lo escuche cantar dos o tres veces y aun así me molestó en alguna ocasión por ser tan malo con el bajo, pero a la vez tengo que mencionar que, siempre fue una de las personas que mas me incentivo para mejorar, manteniendo siempre fe en mi.

Desde niño, fanático por los completos, en mi vida vi alguien que le pudiese competir. Muchas veces para la hora de once pudimos compartir un par, o en algún carrito por ahí, honestamente yo no alcanzaba a seguirte realmente el ritmo, aunque lo intentaba. ¡Mas encima que ni de peso subió jamas!, cuanta envidia me ocasiono siempre eso.

Ya de ahí, tengo muchos recuerdos de haber visitado el hogar de mi amigo en varias ocasiones, cumpleaños, trabajos del colegio, o simplemente porque si. Como olvidar cuando por primera vez tuvimos nuestra fiesta de halloween (Entrada: Halloween), o cuando vi mi primera película en el taller que estaba en su casa (Historia: Los Freaks), cosa que se volvió bastante habitual. Ahí conocí realmente por primera vez el cine.

Se cuenta por los barrios donde creció, de la primera vez que se emborracho, y que fue accidental Como buen hermano menor, estaba con “D” y un amigo de el, quienes eran mayores. Avanzada la noche, se levantó y simplemente exclamó: “Tengo sed”, acto seguido tomo una botella de gaseosa (oscura) y comenzó a beber como si no hubiese un mañana, al terminar se le movió absolutamente todo, no era bebida. “D” fue castigado por un mes, en cambio mi amigo podía continuar jugando en la calle con los amigos.

Una vez llegue con muchas, muchas monedas en mis manos, para que las contáramos, y cariñosamente “J” gritó “fantasía” y procedió a empujarlas para que estas saltaran por todos lados, estuvimos un buen rato recuperándolas, y nunca nos quedo del todo claro porque gritó esa palabra, aunque una vez me dijo que estaba conectado con la escena del castillo de Disney, pero nunca estuve seguro. Otras veces nos metía en un juego eterno de palabras, la luna estalla, las bombas estallan o las bombas estalla y la luna esta allá. Su idea fue siempre sacarnos una sonrisa en realidad, cosa que siempre lograba.

Algo que nos causo muchas alegrías, fue un acto muy simple que realizaba, su imitación de un “topito”. Poniendo las manos en la cara, cerrando un poco los ojos, ¡y emitiendo hasta el sonido!, hacia una imitación memorable de lo que vendría siendo un topo, nunca nos cansamos de pedirte que nos hiciera tan espectacular performance, de hecho era todo lo contrario, lo cansábamos de tanto solicitar un momento de alegría, porque eso nos ocasionaba, soltar una carcajada en cualquier momento que fuese ejecutado.

Esta es la primera parte, de tres.

Javier: Siempre me dijiste que siguiera escribiendo, diciéndome: “quien sabe, algún día quizás te hago hasta película”, hoy si un guion debiera ser escrito, es el de tu vida.

2 comentarios sobre “El topito. Historia de J, parte 1.

Deja un comentario